Exactamente vivimos así.
Unas veces vemos con facilidad lo que se avecina.
En otras no entendemos cómo se comportan el mundo y su gente.
En ocasiones esperamos lo mejor de todo lo que nos rodea.
Y sin embargo, no ocurre lo que creemos que debe pasar.
La noche llega y con ella la oscuridad.
Escuchamos a los habitantes de esos momentos.
Y los queremos para que se sientan bien.
A veces lo oscuro nos asusta y otras lo necesitamos para descansar.
Por eso, la naturaleza se mueve entre lo claro y lo no claro.
Necesitamos de ambos para estar en equilibrio.
Si todo fuera claro nos cansaremos de ver tanto.
Y su inverso por el estilo.
Si no vemos algo no aprenderíamos de lo que vale.
Por eso estamos en la claridad y poco después aparece lo oscuro.
Con la falta de luz podemos descansar.
Y con lo oscuro, también, nos llenamos de sueños.
A ambos estadíos se le da su importancia.
No podemos ni escoger ni rechazar.
Cada instante está determinado para algo.
Y ese es el que le da valor a todo lo que hacemos.
Sentimos la necesidad de estar en cualquiera de las dos situaciones.
¿Para qué más?
Y con ello, la vida se amolda para sentir y preferir.
Lo importante es darle el valor necesario a lo oscuro y a lo claro.
Tomando lo que se necesite de ambos.
No temer a lo que se cree, ocultan ambos.
Al contrario, somos entes indispensables para apreciarlos.
Y entre lo claro y lo oscuro hay historias para contar.
Cada ser lo puede hacer.
Y llenar ambas de experiencias positivas.
No creo que lo que se presenta en estos instantes nos perjudique.
Por eso lo oscuro se nos hace interesante y descriptivo.
Y lo claro, le da la razón a todo lo que surge de su opuesto.
Feliz de estar entre lo oscuro y lo claro para aprender, cada vez más.
Ñiko
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