21.8.10

De los momentos que vivo ( 2ª parte)

Llega el momento de diseñar, antes selecciono la música que acompañará el trabajo, el delicado y armonioso dúo australiano Stringmansassi, preparo el cartel de una colección que aparecerá en una publicación española sobre cine de colección. Me enfrento a un clásico del cine universal, una película del director ruso, Eisenstein, el filme es "Iván el terrible". Apropiarse del contenido complejo de la película y desarrollarlo con una sola imagen que lo contenga en su máxima esencia, escarbando para presentar de una sola vez, toda la carga dramática e histórica que recoge la situación social y política del zarismo del siglo XIV. Intentos de asesinatos, eliminación de los enemigos, el esplendor de una época y la posesión de un trono que da fuerza y poder a quien lo ocupa, pero que se mantiene en equilibrio forzado. Toda esta reflexión y análisis para lograr un cartel representativo y lo más cercano a una efectiva iconografía.
El proceso comienza con trazos abocetados, a lápiz, porque soy un amante de este pedazo de madera con grafito, que ya va siendo un objeto de culto y casi olvidado para los diseñadores. Sobre la mesa se aprietan un buen número de ellos, sostenidos en un contenedor que identifica a un gallo. Cómo salen las ideas que van a representar al tema y convertirse en cartel? Primero, no creo en la inspiración, pero sí en el trabajo forzado, revisado, que encuentra las partes que conformarán el resultado necesario. En esta colección procuro mantener un estilo, aunque no soy adorador de este, pues las 76 obras responden a una producción cinematográfica de clásicos que reflejan décadas pasadas, esplendidas en su calidad. El grabado resuelve la parte expresiva y formal. Pero hay que encontrar lo que se necesita, armarlos, borrar, retocar, eliminar y llegar al producto deseado. Después, la parte digital, otra sesión de retoque y la aplicación, confrontación con el color, el trabajo de prueba, las dudas que se presentan a cada cambio. Finalmente, ese algo inexplicable, que te asegura que es el resultado que debes aceptar. Llega otro momento complicado, la selección de una tipografía que represente o por lo menos esté acorde con la imagen y su propuesta gráfica y de concepto. El resultado final se observa, se imprime para estar seguros de que llegaste a lo pensado inicialmente. Después debe descansar, para que el factor tiempo decida, igual que cuando haces un texto, que lo lees y relees, casi para aprendértelo de memoria. En el cartel se necesita el convencimiento de que el producto es efectivo y aceptable.
Es la historia cotidiana de cada trabajo, cuando amamos lo que creamos y creemos en lo que amamos. Cambio el disco y se me antoja algo suave, sereno que acompañe a la búsqueda de una idea. Aparece Yael Naim, al igual que Noa, es una israelita que tiene, lo aseguro, la voz de ángeles, si estos cantaran.
Recuerdo que tengo que escribir un texto que justifique este trabajo para ser publicado junto con los carteles. También, está pendiente unas palabras que quiero hacerle a un querido amigo diseñador uruguayo para su exposición en estas cotidianas tierras. Me gusta escribir. No tengo pretensiones de escritor. Ni lo pienso, ni lo soy, solo es una necesidad de decir, que me resulta y da gusto. Es como diseñar con palabras las ideas que te surgen y juntar en un volumen, las líneas pensadas y donde las imágenes se vuelven poesía y las palabras imágenes.

Conecto la computadora. Reviso el correo. Una universidad de Puebla, me solicita un texto para una publicación que saldrá pronto, éste es sobre tipografía. Pienso que podría ser la tipografía como imagen. Ya lo escribiré. Los mininos me reclaman un poco de atención. Les pongo croquetas y no se conforman, quieren cariños. Les doy su ración de amor. Los contemplo, son hermosos. Empiezo a escribir las palabras para el amigo: Camino por la arbolada calle de esta ciudad, humedecida por el tiempo. Que asombra por su tranquilo silencio. Paso frente a una casa que intenta acercarse a la modernidad arquitectónica de pasadas décadas. Puertas y ventanas se asoman al paisaje exterior. Colgados de sus paredes se mecen una infinidad de colores que aplauden a la tarde-noche y muestran complacidos una secuencia de figuras que te miran inquisitivamente. Me detengo, releo cada palabra, buscando la armonía de lo que digo. Sigo escribiendo: Doblada, porque en su altura no cabe, rozando el techo, se divierte una jirafa; quién habrá sido el que la llenó de colores, matices salpicados de luces; quién la dibujó con esa expresión de dulzura contenida. Suena el teléfono. Se rompe el hechizo. Una suave voz pregunta por mi y reclama donde estoy, por qué desaparezco, cómo me siento, platicamos un rato y cuelgo. Cambio la música. Ésta vez, quiero acelerar y rescatar el tiempo ocupado en relaciones afectivas. Radiohead me ayuda con su inmejorable Amnesiac que se mantiene por más de un lustro. Terminado el texto que les menciono, hago anotaciones sobre la justificación de los carteles que serán publicados. Anoto algunos conceptos e ideas para desarrollar los pensamientos de este escrito que titularé "Recuerdos sobre una manera de hacer". Inicio: "Espero que algo ocurra. Cuesta estar pensando, dando vueltas para que aparezca una idea. Olvidando que ese ejercicio de concentración no sale porque uno sea más o menos talentoso. Se da porque intentamos entender que el proceso creativo está armado por la reflexión y por la capacidad que tenemos en imaginar soluciones que pueden ser efectivas, a partir de lo que conocemos, de lo que vivimos, de lo que aprendemos en el transcurso de nuestro trabajo y de la aprehensión que logramos de todo lo que nos rodea. Olvidamos que somos entes pensantes y que ponemos a prueba nuestras ocurrencias, felices o desacertadas.
El pensamiento creativo es un estímulo que se va desarrollando a medida que situamos al límite nuestras capacidades de diseñar, cambiar y transformar conceptos en productos visuales. Debo llegar a 1,200 palabras a manera de justificación del proyecto de carteles para la revista española AGR. Lo quiero y necesito hacerlo de una sola vez.
Releo la sinopsis de "El séptimo sello" de Bergman. El juego entre la suerte y la realidad se vuelve un desafío a la conciencia, entre lo real y lo fantástico, pero a la vez una muestra de poética visual que te deja estupefacto por sus imágenes entre lo medieval y lo actual. Es un alarde del universo del arte cinematográfico de este creador. El cartel intenta acercarse, solo a provocar la expectación del juego de las formas y dejar la duda de quién saldrá airoso, triunfante en la lucha por la vida, entre sus dos contrincantes. Empiezo las ideas de otro cartel que me han invitado a diseñar. El tema, "80 años del Che". Restricciones, no usar la tradicional imagen de este personaje de leyenda. Crear una imagen que sea fuerte, que incite a la reflexión histórica, que haga pensar en lo que dejó como ideólogo y como hombre de acción. Me gusta proponer de manera contraria, y buscar una gráfica que resuma el resultado con suavidad poética.
Cambio de disco. Comienza a cantarme, la irreverente Amy Winehouse, las canciones de su primer disco, Frank. Es el momento para diseñar el cartel sobre "diversidad cultural", que se va a exhibir en La Habana en el congreso de ICOGRADA de este año. Enfrento a dos hachas que se golpean para ocupar un espacio prioritario en el formato del cartel explicando y dejando a la interpretación los propósitos del tema. Voy a hacer un café. Otra vez el teléfono. Es una amiga ceramista que quiere que le haga unas breves palabras para una exposición que tendrá de las alumnas de su taller. Como siempre no se decir que no.
Paso junto a mi gato Ficus, dormido sobre el cojín de una de las butacas de la sala, suavemente blanco. Le doy un beso en su cabeza. Abre sus redondos ojos azules y me ronronea. Seguro que dice que me quiere. Yo también Ficus, le digo. Se me antoja escribir algo sobre él. Ya será.
!El café! Se me olvidó. El olor refresca la memoria. Escojo una de mis tazas preferida, me la decoró el diseñador húngaro Isvan Orosz, hace algunos años. Me siento a saborearlo en la butaca preferida. Frente, abierto, el jardín lleno de vegetación. La tarde, intenta mantenerse despierta. Abro la página ochocientos treinta y siete, donde me quedé, del libro que estoy leyendo "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" del escritor japonés, Murakami, una obra lúdica y tremendamente alucinante. Para mantener el cerebro en un estado de creación e imaginación perenne.

Las esplendidas flores en sus jarrones se están doblegando al tiempo y ya hay que cambiarlas. Son un agasajo a la belleza, indispensable al estimulo del trabajo creativo.
Amy, sigue cautivándome con su voz. Comienza a llover, que hermoso aguacero, se llena la tierra de olores y el sonido se hace potente. Suena un profundo trueno, completando el espectáculo que la naturaleza nos regala.
{ Continuará }
ilustraciones por Joan

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