




Me gustaría seguir la historia en la que flotaba, pero es tiempo de comenzar ese día cualquiera. Me apuro en arreglar la cama, destiendo y tiendo sábanas y cobijas. Todo queda ordenado. El baño espera para completar la función de limpieza total. El agua, casi hirviendo se apodera y arrasa con el cansado sueño.

En la cocina tres hermosos gatos se pasean contoneándose a la espera de su comida matinal.
Aprovecho para acompañarles con algo de frutas, un poco de cereal y una buena taza de café fuerte. Le dedico unos cuantos minutos a refrescar a las plantas en maceta con un poco de agua. Están en todas partes. Son esplendidas y embellecen el espacio y mi vida. Las quiero y cuido con toda dedicación. Son más de cien que señorean toda la casa.
Recojo el portafolio con todo el material para las clases de diseño de la mañana. En el vocho amarillo que ya identifican conmigo y que me acompaña fielmente desde hace más de tres lustros, me enfrento al tráfico apurado del comienzo laboral y educativo de la mayoría de los ciudadanos de esta húmeda ciudad de montaña. En el trayecto a la Escuela recuerdo la invitación de la exposición al salón de piñatas convocado por una importante galería local.

Les comento a mis alumnos qué pienso de un cartel, "que es compromiso de una imagen con ingenio, que comunica ideas, conceptos abarcadores. Es contenido inteligente que acumula sorpresas. El cartel sustituye a la lámina decorativa por el producto de una información con ingenio creador. El cartel se asoma y demanda. Murmura y recuerda".
La luz se precipita agradablemente en el salón de clases, es tanta que atenta contra la nueva herramienta del trabajo cotidiano de los jóvenes estudiantes de diseño. La clase está repleta de silencio, interrumpida por los golpes al teclado y el arrastrar del "ratón" o de los dedos sobre éste. Todos están a la caza de ese amigo que a veces se pierde y no se deja encontrar: las ideas. Bocetos, intentos de que algo se concrete, solo el trabajo hará que empiecen a aparecer los resultados. Las horas se van cayendo en el saco del tiempo y concluye el esfuerzo de sobresalir a través de las imágenes cargadas de fuerza visual, estética y de contenido. En un descanso, en la atención de la clase preparo las ideas de un cartel para el centenario a un artista español que vivió y trabajó en México en la época dorada del cartel de cine mexicano, Joseph Renau.

El aromático café cierra el ritual.
{ Continuará }
ilustraciones por Joan
1 comentario:
Hola, Ñiko.
Gracias por este post. Es asomarnos por un huequito a tu vida y casi tocar la energía conque, hasta en las cosas más cotidianas, dejas impregnado tu talento.
Un abrazote
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