Hace algún tiempo éstas aves están volando por el jardín.
Su presencia se siente porque hablan o trinan con fuerza.
Además de consumir su especie de sopa para aliviar su libar.
Hubo momentos en que sus seis bebederos se los tomaban cada día.
Y también gritaban para hacerse presentes.
Pasaban a toda velocidad delante de las ventanas.
Pero en una mañana tranquila todo se sintió en calma.
Los pequeños pájaros no se veían.
El silencio dominaba el jardín.
Aquellos ágiles voladores no estaban.
Nos percatamos de ello y su ausencia se extrañaba.
Donde se habían ido que no los podíamos sentir.
Ni su velocidad magnífica ni su cantar especial y agudo.
Las sopitas permanecían en el bebedero que los esperaba.
Queríamos sentirlos y verlos.
Los extrañamos mucho.
Asustados porque se habían retirado del paisaje tan suyos.
Pedíamos que regresaran para adorarlos de nuevo.
Pensamos, que tal vez era su tiempo de crear nuevos colibríes.
Y estaban muy ocupados en su preciosa generación.
Le cambiábamos ese líquido que tanto les gustaba tomar.
Para que se mantuviera apetecible.
Sin las hormigas que le llenaban
Y hacía que los pequeños pájaros no los quisieran.
Y poco a poco fueron apareciendo.
Se escuchaban sus gritos y vuelo veloz.
Ya vuelven a llenar y recrear el entorno que es suyo.
Los vemos aparecer a toda velocidad libando de su bebedero.
La agüita roja baja velozmente.
Y ya hay que cambiarles su sopita con más corto tiempo.
Sin duda, son parte importante del paisaje que conforma el jardín.
Los queremos y admiramos por siempre.
Son estos preciosos seres que nos alegran nuestro estar.
Divinos en su estar y felices de tenerlos cada minuto de ese tiempo.
Ñiko
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