Éramos muy, muy jóvenes. Reunidos todos en las inmediaciones del ICAIC, en la Habana, Cuba, nos conocíamos, compartíamos ese armonioso espacio pleno de cultura y talentos que se descubrieron poco a poco con el transcurrir de los años trabajando juntos.
"Pablito", (como solían llamarle), no fue la excepción y descubrió el encanto de ese primer amor y nos compartió a una hermosa joven de cabellera dorada y de singular belleza y empatía, se llamaba YOLANDA. Compañera de trabajo y esa tan amada musa del sensible trovador y músico.
(Un tanto de mis divagaciones memorísticas por compartir)
Ñiko
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