Pero cómo, si siempre debemos tener esa acción.
Debe estar presente si tu apariencia te acompaña.
Pero hace algún tiempo apareció una pandemia.
Y nos tornamos ausentes y presentes, a la vez.
Nos veíamos por la pantalla de la computadora.
Hablamos con nosotros y otros.
Estábamos a la distancia y también en un lugar.
Las clases se realizaron de manera nunca pensada.
Oíamos las voces de los alumnos, pero no estaban ahí.
La risa también se fue para esconderse detrás de la pantalla.
Y si nos veíamos la voz y la cara estaba oculta tras una tela.
Llamada en otros sitios, nasobuco y acá cubreboca.
Lo bueno es que parece que ya regresa la normalidad.
Pero lo haremos poco a poco.
Ya nos acostumbramos a estar en otro lugar y manera.
Regresar es un proceso que requiere cuidado y un cambio.
Por mucho que lo pidamos, tenemos que regresar manteniendo la distancia, un poco.
Veremos cómo nos comportamos y cuanto lo soportamos.
Son más de tres años con esta manera de dar clases.
Y ahora sin mucho ejercicio dejamos atrás todo y cambiamos.
A lo que hacíamos antes.
Primero despertarnos temprano y trasladarnos en el coche.
Convivir con la ciudad y sus calles.
Ver la multitud de jóvenes y niños yendo hacia la Escuela.
Los semáforos, la carretera y los coches que te rebasan.
Llegar y volver a entrar por la misma puerta que te recibió durante años.
Ver a tus compañeros maestros ya con más años.
Bueno no exageremos, son solo tres de no tener contacto con ellos.
Y los alumnos que aunque sabemos quienes son algunos serán diferentes.
No son iguales esos cuerpos virtuales a los reales.
Ya me pasó cuando impartí una plática el Día Mundial del Diseño Gráfico.
Será necesario comentar después de que lo real se haga presente.
Ñiko
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