Las letras que nos gustan.
Hay muchas letras que en su morfología son hermosas.
Además, cuando se reúnen para dar un significado.
Por ejemplo la A que se repite y cuida a la M.
O para asignarle más valor a esa acción dejando que la R le continúe.
Una, formando la palabra AMA y la otra AMAR.
Y también, porque hace que comience la lectura de mi nombre.
La E que parece una pedazo de escalera preparada para subir al cielo.
Justamente ambas palabras la abrazan.
Así llegamos a la i, delgada, fina con su pequeño y atractivo punto.
Su cuerpo permite el peso del punto sobre su cabeza.
Puede ser que la veamos infinita en su identidad.
Infinita, porque esta palabra está sostenida por su repetición.
Y la identidad se caracteriza por tener su comienzo para leerse.
Otra letra que recuerda una circunferencia como la O.
Que dan vueltas y ayudan a mover cualquier palabra.
La letra que hace que pueda jugar o hacer ejercicio es la U.
En el extremo superior ponemos las manos y subimos el cuerpo.
Una parada para equilibrarlo en una línea recta.
O moverla girándola para saltar sobre y entre ella.
Cada letra tiene su encanto para apreciarlas en su forma.
Y buscar su connotación significativa.
Así, la letra K, con sus dos líneas en diagonal ocupa su espacio.
Y hace que su peso remarque los kilos que deja sentir.
La K me acompaña en mi identidad cuando me llaman.
Porque está ocupando el tercer sitio de ese sobrenombre.
Y es la más destacada porque en verdad no la lleva.
Se atrevió a expulsar a la c y darle otro carácter al nombre
La K se mantiene con una identidad impensable.
Haciendo que la ortografía tiemble de pena.
Ñiko se escucha siempre con K, porque la pobre c se fue del sobrenombre.
Aunque son muy parecidas la K es más fuerte y formalmente elaborada..
Por eso triunfó sobre su similar en sonido.
Todavía quedan muchas más letras para revisar, pero mejor en otro escrito.
Ya es suficiente el delirio de imaginación.
Y lo dejo a la reflexión para seguir imaginando y pensando.
Ñiko
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