El agua es el llamado líquido vital.
Lo consumimos para conservar el cuerpo hidratado.
Todos los seres vivos la necesitan para mantener su condición.
Se presenta en la naturaleza de diversas maneras.
Como río en un extraordinario y constante caudal.
Llenando con su fuerza las riveras por donde transita.
Las lagunas y lagos que hacen adormecer el agua que las contiene.
También el cúmulo de nubes que dejan caer su carga a cualquier hora.
El agua sirve para flotar nadando con suavidad en el espacio que buscamos.
El agua es apetecible sin tener sabor ni olor.
Ella se utiliza para retirar las impurezas que el cuerpo guarda.
Se aprecia de manera fría o caliente.
Mezclada incluso con diferentes hiervas se saborea en una infusión.
Tiene la propiedad de convertirse en copos de nieve que disfrutamos.
Y a ésta la apreciamos en las altas montañas cubriendo su cima.
Toma la característica de vapor condensándose en el sinnúmero de nubes.
Se vuelve neblina que hace aparecer el paisaje de manera borrosa.
La vemos con cierto sentido romántico escondiendo el paisaje de las ciudades.
Sin dudarlo cuando nos alteramos el agua se deja querer y nos brinda tranquilidad.
El mar es el ejemplo más inmenso para demostrarlo.
Y que decir de su sonido que te arrulla.
Tanto a manera de lluvia o simplemente en una fuente.
Aunque a veces huimos de su intensidad cuando se presenta en una tormenta.
Un vaso de agua es un bálsamo cuando el calor agobia.
Ayuda a limpiar los espacios que se han vuelto nada agradables.
Transitar sobre sus superficie es de una suavidad que te calma.
En el clima cálido el agua fría representa disfrute.
Se mezcla con las frutas para hacer aparecer las llamadas aguas de sabores.
Estamos convencidos de que este líquido carente de olor se mantendrá siempre.
Pero esto no es real, puesto que los exceso de su consumo le están acabando.
Hay muchos momentos que demuestran lo poco que cuidamos su valía.
El agua es lo que siempre buscamos para crear una nueva manera de vivir.
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