20.5.14

Mínimas historias, más de otro tipo

* El barco de pequeña eslora se balanceaba pausado. Se veía algo deprimido. Tal vez mareado. No sabía con exactitud que haría en las próxima horas. Lo llevaban sin rumbo previsto al otro lado de la costa. Su mayor deseo era llegar pronto al puerto. Se sentía cada vez más débil. Ya no tenía gasolina.

* El aderezo en su recipiente, contento esperaba en la mesa. La pequeña cuchara de madera se movió y palpó su superficie. La ensalada, alborotada, se movía cada vez que el líquido la salpicaba. El aderezo percibía como la cucharilla la penetraba una y otra vez. En un fuerte suspirar vació el líquido que le quedaba. Sintió placer. Mucho.

* Las piernas caminaban apuradas. Casi corrían. Tropezaban entre ellas. La circulación sudaba por el esfuerzo. Tenían calor. No le gustaban ni el calzado ni la prenda que le cubría. Lo que más disfrutaba eran las faldas cortas, que le dejaban ver sus robustas formas. Eran hermosas, caminando. También descansando. Pasaron otras piernas por su lado y sintieron envidia. Ellas, cedieron el paso a la lentitud para que fueran admiradas. Y así, caminaron hasta el agotamiento. Presagiaban ser disfrutadas.

* La columna de humo subía en la vertical. Cuanto deseaba poder extenderse en el horizonte cercano.
Era denso y oscuro, casi negro. Lleno de un tizne suave. Caía sobre la ropa tendida, de sábanas blancas. Un grito humeante se escuchó. Y terminó sus días, ahogado por un balde de agua fría. Las sábanas sonrieron, con malicia. Ellas, solo se volverían a lavar. Y el humo?

* El cactus estaba feliz por la aparición de su brote. Era su vástago esperado. Lo vería crecer. Hasta que se volviera su propia continuidad. Sabía que necesitaba de mucha paciencia. La espera sería de tres centímetros por año.

* Los aretes colgados sobre un estampado y hermoso paño mantenían un orden. Los había de colores, de tela, de plata. Más largos o en forma de perlas. El problema radicaba en su selección a la hora de ser usados. Solo veían como una mano femenina se acercaba. Y... seleccionaba el de junto. Oh, decepción.

* Este era un hombre, aparentemente normal. Usaba unos grandes y cuadrados lentes negros. Una parte de su cara se ocultaba. Casi nunca se los quitaba. Una tarde oscura, muy oscura. Tanto, que parecía la noche. El hombre tropezó y calló al suelo. Sus lentes se alejaron de él. No pudo recogerlos y colocárselos. Miró asustado, buscándolos. Y en su cara se vieron, unos enormes ojos cuadrados.

No hay comentarios: