19.4.11

Ese objeto apreciado y querido

Pastel en forma de Vocho para celebrar los 70 años del maestro Ñiko por Emilia Casana


Se dice que los objetos materiales no se le tiene apego. Que se acaban y uno los echa a un lado y continúa impertérrito su camino en esta vida. Puede ser, pero cuando ese objeto lleva sirviéndonos durante dos largas décadas, apurando o haciendo corto el tiempo. Ayudando a que nos identifiquen. Se va convirtiendo en parte necesaria de uno. Lo cuidamos, tratamos de que se sienta bien, porque eso nos ayuda a sentirnos mejor. Si alguien lo golpea, es como si atentaran contra la integridad de uno. Duele. Casi lloramos. Aunque sabemos que él afrontará su torcedura, impasible. Es imposible no asustarnos o sufrir un tanto ante cualquier descalabro del objeto. Cada ruido se hace parte de la cotidianidad. Y cuando aparece uno diferente la preocupación aflora en grado superlativo.
Te acostumbras a cada rechinar del envejecido metal. Hasta se parece a una música aparentemente delicada. Te acompaña y lo requieres para no sentir algo de soledad.
Como aprecio ver pasar el paisaje a la velocidad que permite éste el objeto en cuestión.
Resulta, que una nublada tarde de comienzos de año, el objeto sufrió una especie de hemorragia grasienta que le impidió mantenerse sirviendo, a pesar de sus ruidos y chirriar. Permaneció durante dos interminables meses en la indecisión si dejarlo o continuar con él. Sé que él se negaba a abandonar su objetivo de seguir trasladándome, acompañándome, protegiéndome y cuidando mis tiempos.
Así, está de vuelta con su nuevo y casi silencioso motor. Un milagro de la mecánica moderna que como ser humano puede ser remplazada cada parte para que continúe su necesario movimiento. No lo creerán pero vuelvo a sentirme feliz, diría que contento y no tan desprotegido como me mantuve estos días interminable que no podía tocar y ver su amarilla piel de metal.
Sus ruidos vuelven a ser parte de mi alegría y ahora sé que no podré pensar en abandonarlo aunque ya no pueda ayudarme. Te necesito mi querido "vocho" amarillo. Gracias, por ser otra vez yo.

No hay comentarios: