14.10.18

La mañana, reaparece.
Tranquila y calmada se abre al día.
La noche dormida parece enamorarse por el tiempo temprano.
El silencio se deja escuchar con los ruidos que hacen los pequeños insectos.
El olor a la noche se va alejando.
Esos ojos cerrados se ha han mantenido, para que lo oscuro permanezca.
Y la claridad se imponga con su visión de siempre.
Los objetos naturales, calmados se van presentando.
Nos saludan con el entusiasmo de ser vistos por todos.
Las hojas se dejan caer para decir que terminaron su ciclo de verdor.
Las ramas,  moviéndose llenan de vida al árbol que las sostienen.
El agua agitada, corre asustada para hacer sentir la humedad de cada sitio.
Y el sol abre su luz con los rayos fuertes que le representan.
Éste sabe, que lo intenso del calor dominará cada minuto de sus apreciables horas.
Difícilmente cambiará su estado de sopor diario.
Se mantendrá para que luna no le quite su lugar.
Las voces se tornaran más claras y llenaran al paisaje.
La brisa hará que cada elemento se vuelva más apreciable.
Su suavidad será la caricia que arrebate a la percepción del tiempo.
Las horas corren para darle su lugar a la deseada tarde.
Y lo soleado, que se escurre entre el amasijo de nubes se queda extasiado.
Nada hará que la mañana se esconda para volver débil al día.
Va terminando lo placentero de la claridad.
Y en lo profundo unos truenos asustan por su furor.
El día se va haciendo débil y replegándose para abrazar a la noche.
Ya la mañana se ha escondido entre los árboles del bosque.
Es inevitable, que las horas volverán a llenar el hacer de la temprana mañana.
Y el ciclo de vida volverá a repetirse una y otra vez.
Lo bello se hará noche y seguidamente convertida en luz.
Esa mañana que nos anima a seguir en busca de tanta belleza.
Es inevitable encontrarle cargada de otros sentires.
Mañana que cambia y orienta a cada día.
Nada puede detenerla ni hacer diferente lo esperado.

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