3.8.09

Recuerdos sobre una manera de hacer


Espero que algo ocurra. Cuesta estar pensando, dando vueltas para que aparezca una idea. Olvidando que ese ejercicio de concentración no sale porque uno sea más o menos talentoso.


Se da porque intentamos entender que el proceso creativo esta armado por la reflexión y por la capacidad que tenemos en imaginar soluciones que pueden ser efectivas, a partir de lo que conocemos, de lo que vivimos, de lo que aprendemos en el transcurso de nuestro trabajo y de la aprehensión que logramos de todo lo que nos rodea. Olvidamos que somos entes pensantes y que ponemos a prueba nuestras ocurrencias, felices o desacertadas. El pensamiento creativo es un estímulo que se va desarrollando a medida que situamos al límite nuestras capacidades de diseñar, cambiar y transformar conceptos en productos visuales. 


Cuando organizamos lo que se pretende mostrar, dado por el cúmulo de imágenes que responden a un propósito de identificar, de forma gráfica, un filme, que resulta diferente en la manera de acercarnos, a través de un medio de comunicación como es el cartel, que va a ser útil para mantener, no su promoción publicitaria, sino su memoria como objeto artístico. Tanto para lo que diseñamos gráficamente, como lo que apreciamos a través de las imágenes en movimiento. Porque lo primero, es que este proyecto de diseñar carteles para una cantidad de películas, en su mayoría clásica o por lo menos que seguirán destacándose en la historia universal del cine, esta plagado de estímulos para quienes participamos en su realización.


Por qué este proyecto? Muchas son las razones para aceptarlo. Una, porque creemos que todavía hay un atisbo de imaginación y que detrás de ella están los años trabajados para el cine en Cuba. Porque es una oportunidad de mostrarte vivo y con toda la capacidad creativa para lograr un producto que te regenere las neuronas y te sientas joven como fuimos hace muchos años atrás. Porque resultó ser una noble idea de un amigo que lo único que le interesaba era rescatar lo que se hizo en tiempos lejanos y que fue y sigue siendo, a pesar de todo, orgullo del diseño gráfico latinoamericano. Porque proponer, a través de un estilo un resultado imaginativo, de sorpresa, es adentrarnos en  el mundo complicado de las diferencias visuales.  Y sobre todo, poder hacer más de setenta carteles es todo un reto a la capacidad de abstracción y de síntesis, además de recurrir a la metáfora visual como sustituta del entendimiento y al juego entre las ideas y las formas.


Cada cartel fue un reto, por un lado no tenía las películas que no había visto y por el otro recurrir a la memoria de aquellas que había visionado hacia algún tiempo. Solo quedaba la lectura e interpretación de las sinopsis. Pero, confieso que disfruté mucho más que si las hubiera visto. Porque se arreció la capacidad de imaginar y de interpretar, de pensar cómo debía ser y no cómo era. Tal vez me critiquen porque éste no puede ser el plan. Sin duda, el objetivo no es llevar el público al cine, solo dejar constancia gráfica, artística de un tema que sería apreciado y disfrutado visualmente, ayudando al análisis individual en el resultado final.


La lectura del contenido del filme, obliga a sacar la esencia del tema. Un discreto apunte, deja constancia de la sugerente idea y después el proceso de buscar cada parte que conforma el cartel, pruebas tras pruebas, errores y disgustos acompañan el desarrollo de este trabajo. Después, todo el armado y acabado digital, que sin el apoyo de ese joven, que me ayuda con absoluta dedicación y diría de amor hacia lo que vamos produciendo, de paciencia probada, de sin chistar ni enojarse, soportando el ír y venír de la exactitud y el cuidado para terminar con el color, la tipografía y las imágenes en un todo sencillo y efectivo, como indispensables componente de este ejercicio creativo de diseño gráfico. 


En esta cuarta entrega de veinticinco carteles, hay, me parece, mucho más cuidado, madurez y ejemplos que me inundan de gusto y sentimientos de felicidad, a pesar de la complejidad del tema, como "Iván el terrible" donde una butaca, que asemeja el trono del Emperador, se mantiene en una de sus patas, en equilibrio con la situación social y política de su tiempo en la Rusia de los Zares. Es la síntesis en su más cuidada aplicación. 


O el humor, como sustancia de toda la producción de esta colección, acentuado por el filme de Buñuel "La edad de oro" donde su expresividad esta sentida por el no tener ni pie ni cabeza, pero sus formas destacan una testa invertida y unos pies que se desplazan hacia fuera y dentro del formato. Cartel, que se pone al servicio de la crítica que ayudó a convertir esta película surrealista en una suerte de muestrario de imágenes desconcertantes. Así espero que pase con este cartel. El "Fantomas" del cartel llena el espacio del formato, se agiganta y cubre todo el cielo por donde transitaba este personaje del París de los primeros años del siglo XX. Y que decir de esa otra interpretación de "Un perro andaluz" de Buñuel donde dos ojos son cortados por la cuchilla, en franca oposición a la imagen icónica de este filme surrealista que conocemos y no olvidamos por siempre.


"La Strada", discreta, fuerte, poética, reclama la ternura de la imagen de una joven que se encadena, entre la fuerza de su compañero y la necesidad del amor. Son las cadenas el personaje principal, casi anecdótico en el cartel, que rescata la memoria de esta obra de arte del cine italiano y universal.


No se si compartirán la belleza que encierra la "Bella y la bestia" en este cartel, sintetizada por los dos protagónicos de este filme y que en el trabajo gráfico son responsables la flor y su magnificada espina, como sustitutos visuales de sus interpretes.


Hay película que son eternas, difíciles de imaginar en su necesaria síntesis gráfica, y esto ocurre con "El séptimo sello" de Bergman. El juego entre suerte y realidad se vuelve un desafío a la conciencia, entre lo real y lo fantástico, pero a la vez una muestra de poética visual que te deja estupefacto por sus imágenes entre lo medieval y lo actual. Es un alarde del fantástico universo del arte cinematográfico de este creador. El cartel intenta acercarse, solo a provocar la expectación del juego de las formas y dejar la duda de quien saldrá airoso, triunfante en la lucha por la vida, entre sus dos contrincantes.


Y que decir, en "El fantasma de la ópera", claro en sus intenciones, relata, visualmente lo que se desarrolla en el filme, pero deja para el final el recorrido por las alcantarillas del París de su época, (1923) además, el sonido del canto de la joven raptada, que se escucha y visualiza a través de las notas musicales, escapadas y dibujadas con sutileza, con timidez, como discreto ejercicio de humor en este fantasioso, o tal vez posible y real filme.


Bueno, solo me resta decir que ha sido un verdadero gusto poder crear este universo de formas, de propuestas para provocar la reflexión, de intenciones de ser diferente, de juegos visuales, de colores que son depositados con suavidad y en otro momento de arrebatar rompiendo la esencia de su tiempo, También, aderezar el resultado con un poco de poesía, crear nuestra propia historia de figuras que se encuentran, saludan y se escapan como un filme de ficción, otro resultado apreciable fue ejercitar los recursos tipográficos, seleccionando y provocando composiciones que dejen detrás a las convenciones y sean participes de las indispensable lecturas claras, pero a la vez creativas y actualizadas y en concordancia con cada uno de los carteles y sus contenidos temáticos.


Cambiar es una constante del diseño gráfico moderno, que no desaparezcan los resultados que enamoran al espectador, apropiándose de lo recursos conocidos, dejando un producto apreciable y cargado con toda la pasión que reclama este proyecto de AGR.


Gracias eternas, a la oportunidad, a la historia, al diseño gráfico como cartel, a Joan quien me asistió y al amigo que cuidó y generó este proyecto: Antonio García Rayo.


Publicado en la revista AGR Coleccionista de cine. No. 40. España - invierno 2008

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