31.7.08

Tipografía como imagen

Escribir tiene la cualidad de reunir ideas a través de signos-letras. El signo-letra se hace evidente por el resultado que produce la gráfica a la que llamaremos tipografía. Es, justamente, entre estos dos rangos de aceptación que se centra nuestro comentario. Recuerdo en el ir y venir del tiempo, hace más o menos veinte años, el ejercicio tipográfico era simple en su recurso visual porque al seleccionar las familias de letras te permitía escoger entre, apenas una veintena de diferentes tipos, según la clasificación de Thibaudeau. Sin embargo, hoy, el grado de complejidad en la utilización tipográfica, se hace notablemente difícil y elaborado, amén del tiempo utilizado en la revisión de los cientos de tipos que encontramos en la tipografía moderna para decidirnos por la más efectiva y sobretodo la más singular. La posibilidad de cientos y cientos de diseños tipográficos de la letra no ayudan a la simplificación y efectividad visual, hay que probar y comprobar en muchas ocasiones sobre una enorme gama de variables.

Por otro lado, los recursos compositivos se amplían apoyados por las modernas y flexibles interlíneas, el desbordante espaciado entre letras, que aligera la lectura, junto con una atrevida disposición de los bloques de textos, dando como resultado diferencia y diversidad en la colocación de los párrafos dentro del formato compositivo.

Tipografía es un concepto que rebasa la complejidad de una especialización, es el arte gráfico de ver contenidos e ideas apoyadas con la imagen, aplicable a cualquier otra materia del conocimiento y de las artes para su total disfrute y comprensión. Recurrir, por ejemplo, a su historia te abre y a la vez te ubica en el papel gestor de la tipografía, además de sentir todo el devenir visual de diversas épocas.

La letra tiene una imagen que permite identificarla y darle por consecuencia un valor semántico, pero también desde el punto de vista del diseño gráfico una posición en la página y en cualquier plano del formato. La letra se une con otras para producir la intención de la palabra y así de una lectura y con ello un contenido explicativo para lograr su objetivo principal, comunicar. El gusto por cierta complejidad en el tramado reticular le procura dimensionar lo formal, que le puede llevar a un resultado, casi icónico. La capacidad de sustitución y conversión de las imágenes tipográficas nos permite un acercamiento a un lenguaje sutil, pero certero, directo, sin temor a repetirse, porque en cada caso, a partir de un diferente tipo, las ideas cambian y se reflejan con una nueva y renovada imaginería.

La presencia de esas imágenes que refuerzan el trabajo tipográfico como sustitución de una idea para convertirla en un cartel, con todos sus principios teóricos y compositivos, permiten adecuar la forma de los textos y de las letras en recursos expresivos que convierten a la palabra en discurso de un entendimiento formal y de contenido recurriendo a las ideas como exponente del producto comunicador.


Recurramos a algunos ejemplos de carteles donde la tipografía es el personaje principal y necesario en el ejercicio visual . En el cartel "Gala de Opera", la inicial se vuelve protagonista, enfrentándose con el receptor de manera atenta, mostrándose a partir de una actitud traviesa y dándole una connotación acorde al tema que se ocupa. La capitular abre la boca y deja ver su interior. Nos asomamos no solo a la comprensión de la estructura compositiva y de lectura, sino al juego humorístico. Aquí no importa la repetición de una idea, incluso la iconografía que la acompaña puede ser simple uso de una figura retórica.



Otro ejemplo de similar asociación de ideas, tras visualizarse en una cuadrada romana creada por Sigismondo Fanti en el siglo XVI, pero con resultados diferentes, es la del cartel-postal para el evento "El Quijote Gráfico" convocado por la Universidad Católica de Venezuela en celebración a los cuatrocientos años de la publicación del libro de Cervantes, donde la inicial vuelve a tener su papel protagónico y de sustitución de lo humano, convirtiéndose en cabalgante figura sobre su escuálido Rocinante.

Estos ejemplos ponen en duda el entendido de que la tipografía es complemento de la imagen, pues en estos casos se convierten en imágenes que estructuran una idea y su comunicación eficaz como cartel.


Un cartel como el de "Opiniones" que intenta discurrir las variables de comentarios que se desarrollan en este evento convocado por Amarillo para celebrar el Día Mundial del Diseño Gráfico, donde su objetivo principal es el de intercambiar las múltiples opiniones de los especialistas y el diseño gráfico. Las letras se mueven en el plano, creciendo, cambiando de color y forma sobre una magnificada letra "o" que controla todo el formato dejando en una propuesta de reflexión en sus variables de cambio en tanto color y tipos.


En el cartel y postal que recoge la presencia nuestra en la Universidad Modelos de Mérida, Yucatán un mueble urbano es tomado y convertido en recurso tipográfico sustituyendo su utilidad de banca de parque conocida como confidente o tu y yo, aparentando ésta una letra s y la ñ que se vuelve figura de alguien sentado en la banca de un parque. El color y sus estudiados contrastes completan los conceptos de este cartel.


Otro cartel que muestra lo que hemos desglosado en nuestro comentario es el que recuerda la actividad desplegada en la Universidad de Québec en Montreal, Canadá; una enorme ñ, es dominio magnificado de la letra, controlada por el sustituto humano de la figuración y donde una parte sustancial del cuerpo, el corazón, se asume como la referida inicial.

La letra tipográfica tiene forma que se identifica por el conocimiento de su lectura. En su contenido radica su rico valor semántico. El contorno que se aprecia como primera acción antes de comenzar ese esfuerzo de entendimiento en la comunicación de su lectura. La asociación que resulta de comparar y sustituir sus partes e imaginar la totalidad de un contenido a partir de la intención que daremos a una determinada idea, es la que hace pensar en otra acción de la tipografía. Ese, su valor polisémico, ayuda a darle una variedad en el plano creativo, cambiado el curso de posibles e interesantes composiciones, donde la letra se aparece como producto visual de significación descriptiva, casi ilustrativa. Otro aspecto a considerar y siempre dentro del rango de la duda, de la indecisión, es su enorme capacidad subjetiva que te obliga a seleccionar según criterios, gustos o conocimientos personales. Tal vez, como juego de suerte de aceptación de una buena forma que satisfaga los intereses de diseño sobre ese valor subjetivo. Claro, es imposible separar el devenir histórico que guarda la letra, en tanto diseño aplicable a cualquier rango de especialización de un medio gráfico como puede ser el cartel convertido en hecho tipográfico en su esencia.

En la época de Tschichold se impuso un purismo aséptico que controló la tipografía hasta pasada la década de los 50s. Hoy se hace indispensable un posmoderno que ubique a la letra en el rango medido de un ordenamiento, sin perder su maravilloso desorden compositivo, que le procura un dinamismo visual alegre y moderno. Sin embargo, ese ordenado desorden no puede ser aplicado a cualquier manifestación de la gráfica. Se asimila de manera acertada en las páginas editoriales, no así en un cartel que requiere de un acercamiento individualizado y de la comprensión personal del tema que se comunica. Siempre el mensaje inmediato requiere de un resultado gráfico directo, sin grandes juegos perceptúales. La tipografía identifica, ayuda a entender e imaginar, le da un orden al pensamiento escrito y al de las imágenes. Obliga a evaluar las ideas, enriqueciendo las formas, y lo que se encierra en la continuidad de sus letras que se convierten en palabras y a partir de la selección de la tipografía en imagen. Es en fin, un juego que nos entretiene en el descifrar de su propio misterio. Asombroso es la diversidad de diseño entre lo fantasioso, puramente formal, altamente decorativo y a la vez sintético , que se produce en la actualidad como importante reto creativo entre los jóvenes diseñadores. En México sus aplicaciones y usos se han convertido en un movimiento tipográfico que es cada vez más admirable, que aporta en su contenido, contribuyendo a entender el infinito problema de la selección, aprobación y gusto por las formas.

Por otra parte, existe un tiempo que se comporta como espacio límpido, claro y de un blanco que asusta. Esto se produce antes que se elija cualquier texto tipográfico y con ello la ocupación de señales complementarias que aparecen para ser factor de comunicación, siendo decisivo para adentrarnos en la comprensión de una modernidad avasalladora. Lo moderno no puede convertirse en recurso del caos visual. Se debe mantener como consecuencia de un estilo que tenga la suficiente participación en el contexto de un volumen de texto que pueda abrumar en su lectura, pero que gracias a la tipografía se convierte en pura y clara información, sumando a ello los espacios sombreados con párrafos que se encierran en sí mismo o se ocultan entre los márgenes vacíos; la ilustración y los titulares o bloques de textos son otros de los factores que ayudan a proporcionar mayor legibilidad para el recurso y diversificación del diseño.

El éxito de una tipografía es que se logre nuestra integración visual con ella misma, no lo contrario, un alejamiento despreocupado. Uno quiere ser imagen literal del contenido que puede cambiar. Tras la asimilación de la forma total se le da sentido a la composición o al propio diseño, ya sea editorial, un cartel o cualquier manifestación de la gráfica. Tipos tras tipos se perfeccionan con originalidad asumiendo un papel ilustrador y de significado, aprovechando el interés que despiertan el cambio y ocultamiento de los títulos, al punto de como si no desearan ser leídos ni tocados.

Desde Didot pasando por Bodoni la tipografía ha evolucionado de manera lenta, sin grandes saltos en el diseño. Ahora, en estos tiempos, hay un rompimiento hasta con el resultado de la legibilidad, donde parece indispensable la acción de la ruptura a priori. Sin más. Pero en la realidad no es así, hay una preocupación por la novedad, por lo diferente, pero sin sacrificar su actividad funcional, su necesidad de decir, de manera segura, los mensajes internos que llevan la inevitable unión de letras y su indispensable gusto por la composición gráfica y por la propuesta de un siempre cambiante diseño, lleno de efectos, que nos acercan a una modernidad inevitable de principios gestores en su observación concreta como son las cajas tipográficas flexibles, amplias interlineas, titulares que se destruyen en su propia lectura y formas, tanto en lo vertical como en lo horizontal, generando desequilibrio entre sus partes y dentro de su propia retícula, claro que todo cuidadosamente preestablecido para producir un ambiente sumamente dinámico, pero también con contenido y necesariamente estético.

La tipografía es acción, es el producto visual que completa lo que leemos y entenderemos en su significación, es lo que esperamos, es la búsqueda de lo comprensible que siempre nos depara la sorpresa de la continuidad entre el intelecto y la acomodada percepción del ojo.

La tipografía es arte de lo perecedero. Es el regodeo del dibujo de la letra sobre lo que se dice en su combinación entre los signos. Finalmente es color, es suavidad por el valor de ese propio y continuo arte que es la letra. Ese diseño gráfico que dibuja la letra y permite el orden de su composición, aunado al sentido ilustrativo que posee, es un restituir del camino hacia los variados campos espaciales que la identifican. La letra, se deja ver de extremo a extremo del formato de una página o asomándose por debajo de un símbolo, o en la perfecta presencia de un cartel. La letra, además se transforma en identidad de una marca y es parte fundamental de su diferencia con otras identidades de productos, empresas y nombres de periódicos, revistas y exterior e interior de libros, sin olvidarnos el papel que ejerce como presentador en tarjetas personales y muchos más, en el rico universo de la animación digital, por eso la tipografía es arte de la imagen e historia de nuestro tiempo.

Publicado en el último "Huácal" de la Universidad Iberoamericana de Puebla





No hay comentarios: