29.4.08

Doscientos treinta y nueve de una calle llamada Sexta de Juárez

Este es un pequeño homenaje a una casa en la que viví, disfruté de un precioso amor, atrapé espacios cambiantes que nuestros gustos ponían a prueba.

Viví y descubrí, no sé, tal vez, a esa preocupación constante de los humanos, que han llamado felicidad. Fue una etapa consecuente con muchas cosas, de sentirse plenamente contento, creativo o simplemente, un hacedor de historias.

Y es porque esta morada, que era amarilla y azul violeta, tiene sus cuentos narrados por el tiempo.

En 1998 escribí para el catálogo Ñiko carteles:
Hace diecisiete años vine por primera vez a México. Visité una desconocida calle de la ciudad de Xalapa, Veracruz. Alguien, (un amigo) comentó que había vivido en una de sus casas un importante personaje de la Revolución Cubana. Me tomó una constancia fotográfica cuando miraba, con cierta incredulidad, el lugar mencionado. Ahí quedé para el recuerdo y también para el olvido. Pasaron esos años y la foto retornó a mí. Para sorpresa mía, la foto recoge el lugar donde vivo en la actualidad (ya no). Si el personaje en cuestión fue un antiguo vecino no importa, lo que sí es admirable es como los años y las imágenes pasadas, vuelven a uno haciéndose realidad.

Tanto quise y disfruté a esa casa, que volví a escribir sobre ella como un sujeto enamorado, porque descubrí tanto espacios armados con retazos de otras vidas y además, allí, aparecieron mis fieles felinos.

Y aún la sigo queriendo, por eso estas tímidas palabras y sus recuerdos.
Desde mi interior veo ese recodo que se vuelve viento.
Entro al encontrado baño que es cascada de gotas y olores a limpio, como ventanas transparentes.
Camino. Subo o bajo.
Espacios bloqueados de azules endulzan mi espíritu.
Quemo mis alas en un antiguo fogón regenerado.
Puertas que retan al tiempo se desechan entre sí,
Dejando pasar la luz del alba y abriendo los ojos a la noche.
Savias de esperanzas en paredes que dejan las huellas de ayer y hoy,
Que me dejan tocarlas. Vivirlas.
Espacios llenos de recuerdos, que se preparan para aceptar los míos.
Añejos techos que cubren mi cabeza como lujos de maderas muertas,
Vivas de animales prehistóricos.
Rejas que enriquecen su función
y se convierten en hermosos hallazgos pintados de rojo sediento.
Interiores que me esconden, protegen y guardan
de las miradas de extraños y conocidos.
Ahí estoy, abrazado a ellos. Descubriéndome a la lluvia del olvido.
Arquitectura construida en las nubes de las eternas mañanas.
Espacios de amores y llantos, de risas y angustias. Tuyos y míos.
Ya para siempre lujosamente humanos.

1 comentario:

Arturo Colombres M. dijo...

Maestro, aunque no he tenido el gusto en persona, siento que ya lo conozco formalmente. Aaa como deja huella su gráfica.
Y su texto, tengo dos palabras: "Que bonito".
Arturo C.