3.9.18

El pino y la araucaria son casi parientes.
Por lo menos formalmente.
Son árboles que se parecen.
Sus hojas puntiagudas son similares en ambos.
Los dos son muy altos y delgados.
A uno le hacen esculturas y el otro, se queda esperando.
Sus olores también son distintos.
Incluso, con el batir de la brisa se escuchan diferentes.
Es como si tuvieran sonidos de voces.
Que murmuraran lo que ven desde allá arriba.
La mañana los llena a ambos con su peculiar luz.
La araucaria, de mayor tamaño, trata de imponer su presencia.
Creída porque alguien la convirtió en símbolo de una ciudad.
Sin embargo, en otros lugares “Los pinos” es un lugar para vivir la gente.
Este árbol le ha dado también nombre a “limpiadores” aromáticos.
Hablo del “Pinaroma” para que el piso se sienta más oloroso.
Y tal vez, porque el árbol emite su olor cuando es cortado.
Inundando al paisaje con su frescor como un acto de protesta.
A la araucaria le agrada que una zona, o más bien una calle, sea partícipe de su nombre.
Constituyéndose en una avenida muy conocida y bella.
De esta ciudad capital de un Estado del México actual.
Sin quererlo, el pino es una madera no muy cotizada.
Incluso, los muebles construidos con ella son los menos costoso.
Por eso, la araucaria no presta su cuerpo para adornar los gustos de los humanos.
Al contrario se ha vuelto tesoro en el profundo sur americano, como la Patagonia.
Crece hasta 50 metros de altura y de manera recta engrosando hasta tres metros.
El pino, se muestra de forma piramidal.
Y le han dado una connotación para convertirlo en adorno de navidad.
Aunque, el humano se ensaña en estas fechas festivas, talándolo sin piedad.
Después, el pobre árbol seco termina en leña para la hoguera.
De todas formas ambos árboles, araucaria y pino, tienen enormes cualidades.
Además, de ser adorados y queridos por su presencia en esta Tierra.
Siempre serán ejemplos magníficos de lo bello, que adornan nuestras vidas.

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