23.8.18

¡Un mundo que debe latir y no lo creemos!
Tiene que existir para bien de todos.
Vivimos inmerso en contradicciones de vida.
Lo que circula alrededor nuestro es poco reconfortante.
Este planeta que le dieron el nombre de Tierra, no se quién.
Porque lo que más existe es el mar.
Debía llamarse así, con mayor justicia.
Pero lo cierto, que la masa de individuos que lo habita, está permeada de lo diverso.
Escuchamos un sinnúmero de formas de ser.
Desde lo bueno y noble hasta la maldad más viva.
Así avanzamos tropezando una y otra vez.
Gente que se comporta hostil y sin piedad.
Los valores se han exiliado en un rumbo que no cambia.
Pedimos o suplicamos a lo bueno para seguir adelante.
Nos sorprendemos cuando encontramos lo amable en la gente.
Queremos una vida amigable y bella.
Que no solo el paisaje sea lo que nos sorprenda.
Pero estoy seguro que todo lo innoble tocará fondo.
Y un nuevo y esperanzador ser surgirá.
Bello en su trato y amable en su constante dar.
Creer en la cultura y el conocimiento, como el paliativo del todo los día, es indispensable.
El daño que nos asecha es tremendo e incomprensible.
Separarnos buscando lo que de noble esconden los seres humanos... es un reto.
La humanidad se ha acomodado a un tipo de vida llena de información
Pero ésta no propicia el digerir la costumbre de ayudar y respetar.
Al contrario, demasiado hostilidad domina cada instante en el que nos movemos.
Buscamos lo bello, pero muchos ya no saben que existe.
Hay tanto que disfrutar a nuestro alrededor, que ya se tornó en cotidiano, no hacerlo.
Desde respirar cargado de delicados aromas hasta encontrar los sabores más deliciosos.
O ver cada detalle de lo que te complementa.
Sabiendo que nuestros congéneres son especiales y nobles.
Todo tiene un valor que se esfuerza para hacer de nuestro vivir valioso.
Por eso, es indispensable que contribuyamos a mejorar la vida que nos tocó. Nada más.

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