¡Un mundo que debe latir y no lo creemos!
Tiene
que existir para bien de todos.
Vivimos
inmerso en contradicciones de vida.
Lo
que circula alrededor nuestro es poco reconfortante.
Este
planeta que le dieron el nombre de Tierra, no se quién.
Porque
lo que más existe es el mar.
Debía
llamarse así, con mayor justicia.
Pero
lo cierto, que la masa de individuos que lo habita, está permeada de lo
diverso.
Escuchamos
un sinnúmero de formas de ser.
Desde
lo bueno y noble hasta la maldad más viva.
Así
avanzamos tropezando una y otra vez.
Gente
que se comporta hostil y sin piedad.
Los
valores se han exiliado en un rumbo que no cambia.
Pedimos
o suplicamos a lo bueno para seguir adelante.
Nos
sorprendemos cuando encontramos lo amable en la gente.
Queremos
una vida amigable y bella.
Que
no solo el paisaje sea lo que nos sorprenda.
Pero
estoy seguro que todo lo innoble tocará fondo.
Y
un nuevo y esperanzador ser surgirá.
Bello
en su trato y amable en su constante dar.
Creer
en la cultura y el conocimiento, como el paliativo del todo los día, es
indispensable.
El
daño que nos asecha es tremendo e incomprensible.
Separarnos
buscando lo que de noble esconden los seres humanos... es un reto.
La
humanidad se ha acomodado a un tipo de vida llena de información
Pero
ésta no propicia el digerir la costumbre de ayudar y respetar.
Al
contrario, demasiado hostilidad domina cada instante en el que nos movemos.
Buscamos
lo bello, pero muchos ya no saben que existe.
Hay
tanto que disfrutar a nuestro alrededor, que ya se tornó en cotidiano, no
hacerlo.
Desde
respirar cargado de delicados aromas hasta encontrar los sabores más
deliciosos.
O
ver cada detalle de lo que te complementa.
Sabiendo
que nuestros congéneres son especiales y nobles.
Todo
tiene un valor que se esfuerza para hacer de nuestro vivir valioso.
Por
eso, es indispensable que contribuyamos a mejorar la vida que nos tocó. Nada
más.
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