13.8.18


Despertando un comentario, lejos de ser breve.
Este es un árbol grande y añejo.
Un árbol que le gusta mecerse con la brisa.
Que cuando llueve pone todas sus hojas se laven.
Lo baña y él se deja, disfrutando de lo húmedo de ésta.
Es fuerte y vigoroso prendido y prendado a la tierra.
Sus raíces son como sus pies.
Los pájaros le acompañan a vivir lleno de música.
Otros seres los escudriñan buscando su aliento.
Las ave se posan en busca de un poco de descanso.
Los colores le dan formas variadas y de bellas imágenes.
En algunos lugares ayudan a calmar las tormentas.
Convirtiéndose en sostén de la costa y su límite.
Los parques agradecen su estancia que le embellecen.
Sabe de su posible actividad generadora de oxigeno.
También, de como una de sus ramas permitió al vaivén del columpio.
Ayudó a calentar con la seca rama que un rayo truncó.
Le gusta verse multiplicado en un espeso bosque.
Es productor de sombras que calman al clima.
Su batir causa una especie de susurro que alimenta la belleza del lugar.
Lo natural lo ha ha hecho para darle sentido a lo que sentimos.
Ese árbol es símbolo de la fuerza de su presencia.
Disfrutamos verlos soportar el fluir del rio.
Ser compañero inseparable de las piedra que le acompañan.
Incluso siente ternura al presenciar la pequeña flor que le nació en su base.
Soporta, estoicamente el rayado de su tronco, por apoyar a dos enamorados.
Lo no aceptado es que el humano le lastime.
Al máximo de desaparecerle por una soberbia del estar de ese alguien.
Lo maravilloso es que los años le van haciendo cada vez más valioso.
Crece y mantiene su presencia para decirle al que los mira... soy inmenso.
Además puede permitirse que su tronco busque su lugar .
Por eso la expresión: “árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza”.
Porque siempre es magnifico, no importando como se vea, sienta o muestre.

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