3.2.18

El atardecer.
Cuando hablamos del atardecer nos parece que ha concluido algo.
Tal vez, es como la distancia en que la tarde se deja escuchar.
O buscando la pronta noche que se acurruca en su oscuridad.
Al atardecer es darle al tiempo una espera.
Es estar seguros que podremos acercarnos a ese instante.
Y saber dividir al día en diversas etapas.
Siempre esperamos que el cielo se llene de nubes.
Y que los rayos del sol se puedan reunir en ellas.
Parece como un lienzo pintado por manos maestras.
Es saber que la luz comienza a esconderse.
Para hacer que el atardecer sea por siempre, magnífico.
También le gusta vestirse con sus ropajes tenues.
Además, esperando el estridente sonido de los pájaros.
Que comienzan a sentir el sueño que los atrapará en los árboles.
Las hojas, ya no se mecerán dejando a la tranquilidad aparecer.
Y entonces la tarde vuelta atardecer se irá alejando.
Dominada por la noche que la oculta hasta el siguiente día.
Cuando la lluvia aparece la tarde se siente triste y un algo perfumada.
Todo para hacerse con mayor presencia en el estar cotidiano.
Quién sabe cuando en realidad llega la hora de llamarse atardecer.
No importa siempre que su momento se compare con otros comienzos.
De esos momentos que nos hacen disfrutar y admirarle.
Cargados de muchas sensaciones.
Esas que no se pierden más que los deseos de que no desaparezcan, jamas.
Un atardecer con toda su belleza nos incita a volvernos únicos.
Hay que pensar, que los atardeceres se mantiene iluminados, para dar paso a lo bello.
Necesitamos de su presencia inigualable.
Ese instante en el que se despide es la magia de lo natural.
Vuelta un regalo sin comparación.
Estar inmerso en su despedida es un regalo que admiramos.
El atardecer no debe dejarnos para solo dar paso a la noche. 

¡Es más que despedida!

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