12.10.17

¡Así, te cuento!

De un paisaje que se sentía algo nostálgico.
Y todo porque antes le visitaban muchos seres.
Los alados que le llenaban de su trinos.
Otros que corrían a esconderse en las oquedades del terreno.
Los grandes y robustos árboles llenos de sus tupidas hojas.
La pequeña flor que le adornaba sus días.
Y la reluciente lluvia que lo colmaba de sus aguas, bañándole.
El sol, le daba su brillantez a cada parte expuesta.
El fuerte viento que le ponía a prueba su existir.
Esa, la brisa lo acariciaba y despeinaba las hojas de los arbustos.
Poco a poco todo se fue sustituyendo por calles y edificios.
Por ruidos que borraban la tranquilidad del lugar.
Luces falsas que hacían desaparecer a lo nocturno.
Gritos y aullidos que se respondían con extrañeza.
La brisa asustada escondiéndose en los pocos árboles que quedaban.
La lluvia cuando llegaba, tenía un sabor extrañamente ácido.
Coches y más coches iban llenando los espacios, que antes ocupaban otros seres.
El pasto natural fue sustituido por grandes áreas de cemento.
Quedaron algunos espacios como recuerdo anterior.
Eran llamados parques y cuidaban que se viera un tanto de verde.
El sol era ocultado por una especie de neblina que le hacía llorar.
Y las construcciones aparecían tapando lo que ayer era abierto y bello.
El pasado se volvía solo recuerdos.
Y cada aspecto del paisaje quedaba arrasado por lo nuevo.
Ese era devastador y en contra de lo natural.
Lejos, otro paisaje llenaba las expectativas de vida.
Lo mismo volvía a ocurrir mostrándose cuanto de belleza da la naturaleza.
Muy cerca de éste comenzaba a escucharse los iguales ruidos.
Y la presencia humana aparecía dominando y ocultando al pobre paisaje.
Caminos naturales eran sustituidos por grandes carreteras.
Y las máquinas limpiaban al terreno que no podía defenderse.

En medio de todo aquello apareció un pequeño pájaro, que se posó en una única hoja.

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