22.8.16

Mirar el mar o el campo

Cualquiera de los dos es una suerte.
Uno es vasto.
El otro adorna.
Al mar le hace creer en la inmensidad.
Y al campo le ayuda a sentir la naturaleza.
El cielo los cubre a los dos.
En el mar le gusta verse azulado.
Y el campo cambia de color si está claro u oscuro.
Las olas son el saludo que nos brinda el mar.
Y la brisa cargada de olores vegetales es el regalo campestre.
La marea sube o baja para enamorar a las costas.
El mar oculta su vida entre la superficie y lo profundo.
Sus habitantes se escurren velozmente. 
En el campo el vuelo apresurado de los pájaros nos alertan.
De todas maneras el mar y el campo son un regalo.
A todos los sentidos que se regodean al máximo.
Olores disímiles aparecen y se esconden en cada rincón.
Se sumergen o salen volando en busca de lo hermoso.
El lenguaje de uno u otro es sincero.
Tanto, que cuesta trabajo decidirse por cuál es el más claro.
Ahí están mar y campo dejándose ver.
Se les disfruta y en ocasiones, venera,
Uno se sacude y salpica gotas convertidas en olas.
El otro aspira y respira con la bruma matinal.
En el mar se ven barcos que parecen pastar desmedidamente.
Y en el campo el ganado navega entre el fruncido pasto.
La noche traviesa los oculta a los dos para que no se celen.
Y el sol le pone al mar el calor que el agua refresca.
Y en el campo, para poder utilizar los árboles, como sombrillas verdes.
Por eso no me decido si mirar al mar humedecido.
O al campo cargado de tanto habitat, que le ayuda a verse más bonito.

Haré la prueba de observarlos detallada e indistintamente para quedarme... ¿con cuál?

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