8.10.15

La luz de la vela.

En la zona donde habito la electricidad es muy inestable.
Cualquier cambio de estado climático es suficiente motivo para escaparse.
Y no hacer su función luminosa como debe ser su costumbre.
El lugar se llena de una oscuridad imposible de alejarla.
Si no la puedes sustituir por una luz artificial.
Lo oscuro prevalece para dejarse ver.
¡Valga la contradicción!
Todo está controlado por la, sin mucha actividad luminosa.
Entonces, la cera o la parafina aparecen para hacer su función clarificadora.
La vela hace su papel de cambiar las sombras.
O más bien llenarse de éstas.
Ellas se hacen diferentes y a veces extrañas.
Una silla se proyecta como fantasmagórica y temblequeante figura.
Nada se observa con suficiente claridad.
La penumbra se adueña de todo lo observado y se aleja de la nitidez.
El exterior o paisaje se esconde apenado de no ser visto.
Pongo velas tras velas en la busca cercana a la bombilla eléctrica.
El rojo de la cocina cambia su color por un indefinido matiz.
En el baño el agua se “escurre”, literalmente, para no ser vista.
Las flores, apenadas perdieron su color.
Todo es como un sueño despierto y olvidado de mostrar a las formas.
Tan rápido es todo, que ya olvidamos como son cada uno de los objetos presentes.
Las paredes se ven borrosas y los cuadros se pierden.
La puerta rosa mexicano se cerró tras el brillante color.
Incluso el silencio se ve como si quisiera mantenerse por encima de lo tenue.
Los movimientos deciden alentarse para mantener su condición espacial.
Se que las velas están decididas a mantener, lo más posible, su luminosidad tímida. 
Algunas tiemblan asustadas a punto de extinguirse.
Otras, se divierten con las sombras que cambian todo lo que vemos.
No importa, ellas saben que su papel esta cercano a lo romántico.
Sin ser o pretender volvernos injustos, las velas ayudan a mantener la calma.

La luz de las velas son creativas y nos hacen imaginar otro estado de las cosas.

No hay comentarios: