3.2.15

Otra vez mínimas historias.

* El paisaje era nublado y con pequeños toques de grises. El viento se ayudaba ululando con cierta discreción. Los dos, paisaje y viento se habían propuesto permanecer alertas. En el fondo, la figura de un pequeño hombre, sentado frente a un caballete los observaba con el ceño fruncido. En su mano, un pincel dibujaba la relación entre estos dos personajes, mismo que discurría quienes serían más atendibles. En el lienzo, el paisaje se presentaba triste y con algo de añoranza. El viento de mal talante, se escurría entre las cerdas del pincel. Se quedaba, allí, asustado y convulso, borrando los trazos del paisaje. El pintor recurría a la fuerza de la mano para establecer una armonía en el resultado esperado. En su talento estaba el realismo de la interpretación. El paisaje y el viento sabían de su futuro. O quedarse para siempre en el dibujo o seguir su transcurrir libres, pero pasajeramente olvidados.

* La habitación, pintada toda de blanco, imaginaba como se apreciaría con algunas de sus paredes de otro color. Cuál sería el más indicado, para satisfacer los gustos de quienes la habitarían? Había un conflicto entre cada uno de sus muros. Uno se mostró rojo como lleno de enojo. La habitación le rechazó por alterar el entorno de tranquilidad de la superficie habitable. El azul, quiso entrar recordando al marino paisaje. La habitación, se sintió algo confundida por sentir escozor en su área de superficie. El amarillo, se interpuso al verde llenando el muro frontal con supuestos brochazos. Un sentimiento de tranquilidad sustituyó la acción de pintar y se respiró la armonía del gusto por el equilibrio mostrado entre la rigidez de las paredes y el brillante resultado del matiz. El verde, ya no pudo con su propuesta, porque la habitación se inundó de luz, como si un rayo de sol la llenara y no le permitiera decidir más, que por este cálido color, que tan bien se apreciaba. Que suerte cromática!

* Un árbol, fuerte, de tronco corpulento y con ramajes que se alzaban, como brazos queriendo atrapar a la lenta nube, que tropezaba con éste. Sus hojas, simulaban vellos llenando sus extremidades verdosas. Se movían, suavemente, sin hacer algún sonido para no despertar a las aves, que perezosas, se dejaban mecer. La mañana le adornaba la abundante copa y el sol, con suavidad, le llenaba de calor. La tierra le sostenía de cualquier embate. Sus raíces asustadas se aferraban a todo lo que le permitía su deseo de permanencia. El tiempo atento esperaba su transcurrir y lo que deparaba a su pesado paso. Tal vez, se haría viejo deseando un cambio en el gigantesco árbol. Lo sintió crecer y sabía de su continuidad. Hasta tocar el azul del celeste cielo. O a las nubes que lo cargarían acunándolo por siempre.
                                                 
* Está esperando, un envase de cristal ámbar. A su lado, una pequeña cuchara, también espera algo nerviosa. Están sobre un mantel florido, de variados colores. El principal protagonista es una taza amarilla de esbelta figura. En su interior humea un líquido oscuro y oloroso. La tapa del recipiente se abre y la cucharita se lanza, de prisa, a buscar el producto que rellena el envase de cristal. Entonces,  escarba sacando los cristales blancos del que esta constituido. Su destino quitarle el amargor de la infusión que llena la taza. Cuando cae dentro de ésta, el fuerte calor hace que se pierda, desaparezca para quedarse hecha goce del paladar. No sé si disfrutará o sufrirá la blanca azúcar.

* El espejo tiene una función, que a veces es muy agradable y otras, hasta se empaña para no dejarse reflejar. Depende de lo que ocurra delante de él. Puede ser útil si pretendes rasurarte o explorar alguna imperfección de la piel. En ocasiones la vanidad ajena lo llena de malestar. Claro, depende de quien se deje ver. Los hay circulares, cuadrados y rectangulares. Cada uno muestran las imágenes en su dimensión real. La sangre, que le da vida reflejada, es el azogue. Y estar a disgusto con su superficie es un atentado a la tranquilidad de la figura. Tiene, además, la capacidad de alertarnos ante cualquier situación inesperada. El espejo, sin dudarlo, es un objeto demasiado honesto. O no? Hay que mirarnos con detenimiento, solo eso. 

* La luz de la mañana, qué necesaria y hermosa puede ser. Tanta, es la diversidad de su intensidad. A esto le sumamos la ubicación o el entorno en el que se muestra. Comienza como una respiración pausada del día. Puede o tiene la capacidad de cambiar su densidad y brillantez. Si el día es nublado se siente agrisada y por el contrario basta con que aparezca el sol fuerte y radiante para alumbrar cada aspecto del paisaje. Incluso es un estímulo al desarrollo cotidiano de cualquier tiempo. Te abriga y hace sentir animosidad. Es un chispazo de alegría convertido en luz.


* El teléfono con y sin alambre tienen funciones similares. Sin embargo, uno, se siente más indispensable que el otro. El que depende del alambre carece de movilidad. Y el otro, se satisface en dar paseos mientras escucha y platica. La historia de uno y otro, es un factor importante para justificar su efectividad. Incluso, su diseño ha variado tanto, que ha dejado de ser tan pesado. Ahora, ambos son ligeros y cómodos a quienes les sostienen. Los dos puede cumplir con su papel de comunicador. Pero, qué ocurre cuando hay algún desperfecto eléctrico? Entonces...  con quién nos quedaríamos para mantener esta función necesaria? Quién es más indispensable? Es evidente, cual lo logra con real y segura capacidad.

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