9.12.14

El rendido calentador de paso

Estoy en un rincón del cuarto de servicio.
Llevo allí, ocho años.
He cumplido, cabalmente, con mi tarea de hacer caliente el agua.
En los tiempos y momentos que me han utilizado.
Últimamente me he sentido indispuesto.
Algo atenta contra mi capacidad de objeto utilizable.
Una especie de sueño hace que la llama que me inspira, se adormezca.
Inevitablemente, surge el encendedor de fuego para alentar mi capacidad.
Pero, otra vez el cansancio me domina y me sedo al sueño.
Quienes me necesitan se enojan por mi incapacidad de ser útil.
Siento el tronar de la voz llenándome de improperios.
Créanme que hago todo mi esfuerzo por permanecer en función.
Una tarde llegó el personaje que me iba a poner activo y sin problemas.
Algo cambió en mi interior, pero no duró mucho tiempo.
Otra vez, aparecieron mis achaques primigenios.
Hice todo lo indecible para que pudiera mantener mi estado de calentar.
Sabía del enojo y de la decisión que se aproximaba.
Y una tarde fría, frente a mí apareció una caja cuadrada.
Me pregunté que podía contener, pues algo me decía, nada bueno sería para mí.
Una fuerza extraña me impregnó.
Al siguiente encendido, complací sin remilgos lo que tenía que realizar.
Lo que se esperaba de mí, resultó como en los mejores tiempos.
Sí, el presentimiento se hizo realidad.
En la referida caja, apareció un flamante modelo nuevo para sustituirme.
Fui retirado y vaciado del agua que contenía.
Cada tubo, que me conectaba, cedió su trabajo al silencio.
Perdía toda la oportunidad de continuar en este ejercicio, tan cálido.
No valió el momento que procuré el calor necesario y a veces en extremo.
El tiempo en activo no sirvió en este instante de deterioro.
Ya no funcionaba bien y mi cambio se volvió una prioridad.
Fui el calentador de paso que terminó sus días en una caja y arrumbado.

Sin embargo, me llegó la noticia de que el nuevo, falló. No sé que decir.

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