9.12.14

El parque que era feliz

Tenía como unidad de superficie, una manzana de extensión.
Una diversidad de árboles le acompañaban.
Fresnos y acacias convivían en su espacio, contentas de ser apreciadas y respetadas.
Su camino central de piedras guiaba para atravesarlo.
Era grueso y de manera ondulada dejándose interrumpir por otras sendas.
Otras vías más cortas le hacían verse como con venas.
En el centro exacto, aparecía una fuente que lloraba abundante líquido.
La fuente a su vez, poseía unas esculturas pequeñas, que de su boca expulsaban el agua.
Flores diversas le daban un toque de color al paseo de los caminantes.
Las bancas de madera y hierro, cada cierto tramo, esperaban al descanso.
Las hojas eran constantemente barridas y acumuladas en un extremo.
El pasto, perfecto y bien cortado se mostraba verde y oloroso.
Una breve extensión contenía juegos para los infantes.
Una zona ligeramente boscosa, ocultaba a las miradas, encuentros de enamorados.
El sonido del agua que corría alborotada, justificaba al pequeño lago que aparecía.
Los pájaros cantaban una variedad de melodías que lo identificaban.
Gritaban llamando la atención de todos los viandantes.
En la periferia del parque transitaba un carruaje muy añejo.
Esto para darle otro ambiente al espacio y a sus alrededores.
El cochero iba vestido como los del siglo XIX.
Niñas y niños corrían buscando al entretenido juego que los reconfortaba.
Las plantas se mecían entretenidas por la brisa, paleando al fuerte clima.
Los perros sorprendidos, se dejaban ir por la alegría de la velocidad.
En otro de los extremos, se identificaba un bello quiosco antiguo de madera.
La estatua de una pluma de ave le hacia gala a los recuerdos de como se debe protegerle.
Por increíble que parezca, aparecía un espacio, cómodo y dedicado al área de lectura.
Grandes butacas de madera para descansar, se complementaban entre las flores y árboles.
También, una biblioteca mínima abría sus páginas al llamado de esta actividad.
En fin, como no iba a sentirse este parque feliz.
Tenía la acción y el gusto de todo lo que esperamos poseer, en un espacio público.
Y que decir de su baño matinal que le daba interés a su cuidadoso riego.

A cuántos nos gustaría ser ese preciado parque, que presume de tanta felicidad.

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