16.7.14

Un tanto más de mínimas historias

* El cesto de papeles recibe la bola de papel desechable. No quiere saber cuanto dice lo que contiene. Hace malabares para que siempre le caiga dentro. También, soporta, aunque no tanto, otros productos no deseados. Eso le altera un poco su capacidad de resistir algunos olores. No puede con los productos orgánicos y que decir de las latas, a veces sucias. Las botellas de cristal le lastiman por su dureza. Le gusta el papel porque, finalmente, siempre contiene alguna sorpresa. Con lo que más se siente identificado, es con el papel de regalo. Lo siente bello aunque ya no sirva. Que decir de los moños. Y por eso, le da cabida en su interior. Hasta diría que con algo de regodeo. Tenerlo dentro le hace sentirse diferente y hasta premiado.

* Un radio antiguo esta dispuesto en una vitrina. Ahí, solo tiene la función de que le vean y le recuerden. Él, no puede comprender esa situación. Antes, disfrutaba con la música que reproducía. Los comentarios de locutores y hasta alguna que otra famosa radionovela. Incluso al extremo, hasta con algún partido de cualquier deporte. Hoy, solo le queda el silencio y la admiración de quienes lo ven. Le gustaba más los otros tiempos. Ya perdidos, pero no olvidados. Por eso esta ahí. Exhibiéndose.

* La piedra sabía de su consistencia. Era cuadrada, pero también redonda. Cuando le pican siente el escozor del cincel. En el río sostiene la fuerza del correr del agua. Cuando golpea algo le duele y hace un ruido como de culpa. Se admira de que al ser atizada entre sí, produce una chispa. También, cuando se construyen calzadas para caminar con seguridad y cómodamente. Si le adhieren a los muros, para hacer que estos sean más resistentes y altos, le parece oportuno y seguro. Cuando le lanzan con fuerza sobre el agua, se marea por las ondas que le rodean. Si alguien tropieza con ella, no puede evitar sonreír. Lo mejor es que fue trascedente en la llamada Edad de Piedra y porque se volvió útil y se pudieron elaborar herramientas con este material. Todavía se enorgullece de esto. Así es de sensible.


* Al calcetín lo que más le desagradaba era ser comparado con un café aguado. Se veía bien de rayas. Si podía combinar su color y diseño con la camisa, se había producido un logro. No le parecía, que le guardaran de cierta manera, doblado sobre sí mismo. Cuando se bañaba pedía ser colgado de la punta. Era más seguro para no deformarse. Lo mejor, no tenía que sufrir del planchado. Y se cambiaba todos los días. Aunque a veces sufría de escozores por el zapato donde tenía que ir a parar. O por los pies que cubría con cierta resignación. Le parecía extraordinario permanecer envasado y exhibido. No estaba de acuerdo cuando alguien le compraba. La angustia le creaba confusión y además, seguro le esperaba alguna sorpresa. Todo dependía de su constante uso. Su tiempo útil podría acelerarse.

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