20.5.14

Mínimas historias frutales

Era un mango filipino. No tenía los ojos rasgados. No le gustaba que lo confundieran con otros tipos de esta fruta. Su cuerpo oval suponía lo que iba a encontrar en su interior. La semilla era grande y carnosa. No se llevaba con el mango ¨petacón¨. Lo que más apreciaba era ser chupado por unos labios femeninos. Era muy sexista. No soportaba a los hombres. Lo apretaban muy fuerte. Y le mordían.

El plátano estaba orgulloso de su vestir. Sabía que se podía desnudar con mucha facilidad. Su cuerpo blanco y oloroso era deseado. Su carácter era dulce. Tenía problemas porque su vestido no podía ser colgado. Sino desechado. Algún día cambiaría eso.

La guayaba era muy exagerada y hasta mentirosa. Le molestaba que se la comieran. Por eso se llenó de semillas para hacer más difícil su consumo. Lo que no previó es que se podría convertir en ¨cascos¨. Vaciada de éstas o en mermelada. Nada, sería comida de igual manera. Y lo peor, terminar en ate.

El durazno cambió su nombre por melocotón. Todo era para mostrar su suave piel. Aunque su interior poseía una muy dura semilla. Le comparaban con la piel de un pequeño infante. Lo que más le gustaba era el perfume que se ponía para hacerse más apetecible. Odiaba que lo combinaran con el yogur.

La naranja no podía resistir tanto sufrimiento. La aplastaban contra un exprimidor. Chorreaba de llanto. Aunque la consumieran con suavidad, terminaba cortada a la mitad y engulléndole sus gajos u hollejos. Y para colmo la hacían mermelada de su cascara. Pobre y sufrida.

La manzana estaba contenta. Porque sabía de su enorme cantidad de variedades (20,000). Y lo mejor, que era tan incierta como que la catalogaban para comparar la salud y también a la discordia. Y participó como justificante de la ley de Gravitación Universal. Se ensañó con los pobres Adán y Eva ofreciéndosele provocativa y lascivamente. Y terminó, tan modernamente que se volvió el símbolo de una marca de computadoras. Que fruta tan disfrutada.

Soy un melón, pero no soy torpe. Por eso prefiero me conozcan como sandía. Me gusta ser dulce y con la pulpa roja llena de agua. Engaño mostrándome verde, pero sin nada de envidia. Mi cuerpo es grande, voluminoso y algo oval. Me gusta ofrecerme frío y para disfrutarme en aguas de sabor. Mi condición es rastrera, pero solo porque crezco junto al suelo, no acostumbro a ser mezquino ni ruin. Y lo mejor tengo un récord. Una de mis parientes pesó 122 kilogramos. Yo, solo 4. Me asombro.

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