17.1.11

El paisaje que "Muñoz" nos fabricó

Es un espacio poco alumbrado, más bien, intensamente oscuro. En el plano frontal se recorta una puerta. Ésta se abre, suavemente, rechinando, dejando ver en el rectangular vano un muy luminoso paisaje de imágenes que asombran.

Se escucha un estruendo acalorado de gritos, lamentaciones e improperios. Alguien se mueve buscando, observando por la rendija de un muro. Ese, lleva un arma. Apunta y… surge un icono gráfico. En el espacio negro se recorta, a la manera de un desgarrón una foto que avecina una acción convertida en historia, en historia de una incipiente revolución.

Continua el barullo de gritos. Esta vez, aparecen dos individuos que se enfrentan en planos divergentes, uno superior, el otro inferior. Aquel, mal encarado, el otro resistiendo pacientemente. Son "vecinos" que se reclaman del ir y venir cotidiano.

Mientras tanto, salta, vuela una pelota que se detiene contra el extremo derecho del formato. Hay una sensación de angustia porque algo va a suceder. Parece que han desaparecido algunos niños.

En la distancia se escucha el chillar de un ave. Es sin duda, un cuervo, negro, de ojos resplandecientes, rojo, magenta. Se deja caer en picada para atrapar una pequeña y colorida pelota, que pretende picotear o tal vez tragar. En su cresta, contraria a su naturaleza, se dejan ver cruces que obliga a suponer conflictos trágicos o pensar que si le dedicas atención tendrás que soportarlo, criarlo y por lo tanto habrá consecuencias.

Entre la claridad y calidez del paisaje se escucha una voz fuerte, impregnada de pasión. Es la cantante que espeta un sinfín de sonidos como ave canora, convertida en desafiante gallo por su fuerza expresiva.

Seguimos por el espléndido camino, subiendo ahora una serpenteante elevación. Desde arriba se vislumbra, en la lejanía, unos extraños arbustos, muy ramificados, que terminan en sugerentes nubes de colores cálidos que parecen cintas cinematográficas.

Todo se detiene y surge una pregunta. Por qué ese hombre todo rayado, no para de hablar con él mismo. Por qué su plática está adornada de, también, rayados colores.

Ahí, sobre un cajón transparente, descansa una dibujada silla de azules y verdes. Se inclina y retuerce esperando al necesario "reo" que ocupará su inevitable y trágico designio.

Le damos vuelta al amarillento fondo. Delante nos mira un hombrecito despeinado, con cabellos ensortijados que se asoman por un ennegrecido sombrero en forma de hongo. Se desplaza sobre una letra "a", llena de variadas y pequeñas ruedas de antiguos triciclos o mejor "nonaciclos", son nueve. Por suerte corre entre delgados trazos que separan a la furibunda vegetación, dejando salir libre a la volátil mariposa.

Del lado derecho de la pared se observa un antiguo cartel que se ha conservado a pesar de la inclemencia al paso del tiempo. Allí, la figura de un infante compite con el picaresco pájaro que se ha convertido en un "garabato" de letras y colores.

Podrá ser de noche o una alumbrada mañana, De cualquier manera se pasea, sin preocupación, un "enguayaberado" vampiro. Es la época convulsa de los años treinta de la habanera ciudad. Es La Habana de ese maravillado hombre que se atrevió a crear tantos paisaje evocadores, repletos de imágenes, ideas y colores. Es el lugar que inspiró esa lúdica imagen de pastel en forma de casa de vecindad, llena de puertas y ventana abiertas. Banderines que flotan ayudando a repetir la inolvidable fiesta en compañía de esa niña que espera su vals para que no la olvidemos y lo pueda bailar con él.

Me gustaría pensar que el retrato que aparece en el cartel "Fidelidad" sea este constructor de universos visuales, que llenó nuestras vidas con un silbar dulce y tierno que se escuchará por siempre. Nunca dejaremos de disfrutar tanta creatividad. Es imposible que apreciando cada uno de los trabajos que se van mostrando en la búsqueda de tantos recuerdos, del camino que nos fabricó, de los paisajes imposibles de repetir por otros, pasemos de largo y nos perdamos el obligado detalle de cada obra fabricada. Cada uno de sus carteles, de sus ilustraciones, de su vida toda, de su humor inolvidable, fueron tan naturales y tan fáciles de sentir, por eso se mantienen, aquí, en lo más profundo de nuestros corazones. Sé que él, alcanzó, diseñando, el limite de la belleza y la dio para que seamos felices, sin pudor, llenos de esa gráfica irrepetible.

Ñiko
Palabras para catálogo Expo de Muñoz Bachs Festival Nuevo Cine Latinoamericano.
La Habana, Cuba. Dic. 2010

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