4.2.09

Con paso lento, dejo ir las imágenes para que sean atrapadas por el
olor del incienso.
El suave, ligero y delgado humo se adueña del corazón.
Late de manera ruidosa el órgano que controla el atrio del templo.
Detenida ante la imagen de una figura que deja ver su resplandeciente pecho,
Allí, donde, se recorta un corazón de metálica luz.
Otros paños dominan la conciencia, las adormecidas y encantadas pupilas,
reflejando al enmarañado corazón.
Pequeños corazones, milagroso se detienen para ayudarnos a creer
que se producirá el tan anhelado deseo.
Sonoro latir en agradecido encanto de corazones.
Perdidos por entre pasillos, imágenes, olores y silencio recorre y corre
el asustado corazón de metal, espinado, empinado,
convertido en recuerdos y trasladado a figuras en el flexible barro.
Manos que te guían y terminan en un corazón con atributos de culto.
Sacerdotisa que venera las formas y el capricho del fuego
para crear el dolor de esas imágenes conservadas por años para revelarlas,
ahora, en fragmentos de intuición.
La espera terminó, quedó el recuerdo, el olvido.
Todo se volvió de argentada silueta.
Ya este corazón, de cuerpo de barro, se hizo cerámica.
Se volvió milagro del recuerdo.
Ya no necesita buscar más, porque su creadora los cubrió,
los amasó con sus suaves manos.
Ya se convirtieron en arte, en amor de muchos tiempos

Palabras para la Exposición "Milagros en cerámica" de Mariana Velázquez
5 de noviembre de 2002. Ágora de la Ciudad, Xalapa Veracruz, México.

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