29.5.08

Desde el calor de la memoria

En La Habana, casi todo el tiempo es verano, siempre calor, días y días. Lluvia que huele a mar de un turquesa apasionado. Y entre las nubes borrascosas se cuela apacible un rayo de sol, que tiene el gusto del olvido, que toca en su calor, días y noches. Ese dulce sonido de las olas que llegan y se retiran discretas, que se vuelven a acercar, para dejar su salado olor entre los párpados. Pero, es justo todo eso lo que no pretendo decir, porque ese espacio imborrable, inolvidable de anécdotas cotidianas, son suplidas por imágenes que tengo para justificar el resto de la vida que me queda. Es el recuerdo de esos tempranos tiempos que derrochaba energía a todas horas, muy de mañana, a la mitad y hasta en las añejas noches dominadas por los insectos y el bochorno de todo un día controlado por el radiante amarillo del sol. Es posible que sea por este razonar que en la mayoría de los trabajos gráficos, que me empeñé en crear, apareciera la luz convertida en color amarillento. Es también, y de eso estoy seguro, que mi responsabilidad al crear esas imágenes sintéticas hayan partido de un arrebato de juventud, por mostrar un estilo que fuera un sentimiento, una complicidad entre las ideas y las formas. No se olvida ese escueto recado que comprometía el futuro gráfico de muchos carteles, también por venir. Recado, que solo pedía demostrar la capacidad para sintetizar la narración de la película y combinarla en color y forma en una única lectura, sin preocuparse demasiado en un definido estilo.

Hablaba de los arrebatos de la juventud, pero pensando mejor fui ese alguien que trabajó con apasionado amor cada tema, dejó un poco de piel y un tanto de compromiso en esos años que me hicieron adulto, maduro en los pensamientos, que no importaba si tenía reconocimientos, premios, solo se esperaba el próximo cartel que ayudaría a mitigar la desesperación de decir “cosas”. Era una libertad de creación impuesta, que debía, como tierno castigo, reemplazar las necesidades materiales - sin un bote de pintura del color que urgía, apareciendo como complemento de ese otro y que no lo teníamos, que solo la imaginación lo aportaba o también de la única selección de ese rústico papel, que no soportaba la fuerza de la tinta ni la presión de la mano del impresor- Tal vez sean historias olvidadas, o la nostalgia de ya no ser más, a pesar de todas las restricciones, nunca creativas, nuestros años felices.

Cada cartel era un reto de aceptación, desde nuestros compañeros de “exilio”, o los ansiosos jóvenes que lo buscaban para alegrar sus desabridos cuartos, o los apremiantes coleccionistas que ya descubrían su lugar en la historia del cartel universal, o para mostrar, simplemente, otra cara de la gráfica de cine.

Nosotros, olvidados de los reflectores, mostrábamos con dedicación y compromiso, con timidez, un producto que exploraba el corazón mismo del cartel cubano de cine. Saben lo mejor?… nunca nos creímos ni artistas ni genios, siempre supimos que teníamos que trabajar, producir con alegría y también con dolor, debíamos reír de felicidad cuando aparecía en las calles de la ciudad, uno o muchos de los carteles que convocaba a la reflexión entre un arte gráfico de la promoción de la película de estreno, y la necesaria ayuda a que pasaran las horas del estío.

El cine nos dio historias, personajes que pudimos descubrir, que los convertimos en iconos de una época inmortal, de revueltas revoluciones, de tremendo y piadoso colorido, de banderas que aparecían en rincones olvidados, de fuerzas que no podían con el amor, de equilibrios en cuerdas delicadas y débiles, de un golpe del tacón de un zapato que arremetía contra la paz del corto invierno, de esa isla con figura de caimán. Esos, los recuerdos que organiza la vida, que le dan justicia al tiempo que usaste, que aprovechaste para que no te olviden, que te permitieron ser diseñador de carteles, por supuesto, con el inseparable apellido, de cine.

Una vez dije: “El cartel es compromiso de una imagen con ingenio, que comunica ideas, conceptos abarcadores. Es contenido inteligente que acumula sorpresas. El cartel sustituye a la lámina decorativa por el producto de una información con ingenio creador. El cartel se asoma y demanda. Murmura y recuerda.

Y ahora digo: “El cartel de cine es el personaje y la pasión de esta historia, contada desde la memoria, entre las nubes y los trinos de los cientos de pájaros que adornan las mañanas de la vida, de nuestra vida y las cálidas noches del tiempo que se va. Dudas, ninguna. Reclamos, todos”.

Palabras para el libro El cartel de cine Cubano 1961-2004. Libros AGR
Colección Platino. Editorial El Gran Caid S.L., Madrid 2004

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